El pasado jueves, día 9, ocho personas morían a raíz de un
incendio registrado en la planta de producción textil que el Tung Hai Group,
uno de los mayores exportadores de ropa del mundo, tiene en Dhaka, la capital
de Bangladesh. El accidente llegaba dos semanas después del hundimiento del
edificio Rana Plaza, situado en la misma ciudad, y donde más de 1.000 personas
murieron aplastadas por toneladas de escombros y de maquinaria, un episodio que
ha dejado un rastro de dolor e indignación en todo el país asiático.
Mientras las excavadoras recuperan los últimos cadáveres
sepultados en Rana Plaza, las autoridades se afanan para que los vecinos
vuelvan a la normalidad lo antes posible. Pero no será nada fácil. El golpe ha
sido tan terrible que, más allá de la ayuda de emergencia y de las
indemnizaciones previstas por el Gobierno, la población afectada se ha
comprometido a denunciar a los responsables de esta catástrofe por las pésimas
condiciones laborales y de seguridad que tenían que soportar. Y es que, pocos
días antes de que el edificio se derrumbara, ya habían aparecido las primeras
grietas en las paredes y el techo del edificio, pero la dirección había
ordenado a los empleados que continuaran trabajando.
Con la temporada de verano a la vuelta de la esquina, había que
tener a punto las líneas de ropa diseñadas por Primark y Bon Marche (Reino
Unido), Walmart (Estados Unidos) y Mango (España). Multinacionales del sector
textil que externalizan la confección a países empobrecidos gracias a las
ventajas fiscales que obtienen y a la posibilidad de disponer de mano de obra barata.
También es el caso de la inglesa Benetton, de la española El Corte Inglés, de
la sueca H & M y otras empresas de las que se encontraron etiquetas entre
los cadáveres.
Estas tragedias han arruinado la vida de miles de familias, que
han perdido a sus miembros o que requerirán de cuidados médicos de larga
duración, lo que les impedirá mantener su único medio de subsistencia. La
desolación por la muerte de amigos y parientes, añadida al hecho de que las
factorías se habían construido sin permisos ni ninguna medida de seguridad, ha
puesto sobre la mesa el drama que sufren los trabajadores subcontratados por
las multinacionales en este y otros países.
Jornada laboral de 15 horas
Bangladesh es el destino preferido por las marcas que
deslocalizan la confección de la sus líneas de ropa. También en China, India,
Marruecos, Honduras y Rumania, miles de personas elaboran piezas para estos
grupos bajo condiciones de explotación y de seguridad inhumanas. Así lo
denuncia la Campaña Ropa Limpia (CRL), según la cual los empleados suelen
trabajar una media de 15 horas diarias a cambio de salarios muy inferiores a
los niveles de supervivencia.
La iniciativa, que en España coordina la ONG Setem, asegura que
a menudo esta frenética actividad se desarrolla en habitaciones pequeñas, mal
iluminadas y poco ventiladas, como era el caso del edificio Rana Plaza, donde
los obreros trabajaban sin seguro médico ni ningún subsidio por baja laboral.
“En algunos países incluso se les niega la posibilidad de sindicarse; recurren
a la intimidación, a las listas negras o la violencia física”, añaden desde la
CRL.
Parecía que en Bangladesh estas deficiencias se resolverían tras
el incidente ocurrido en 2005 en la fábrica Spectrum, también situada en la
zona de Dhaka, donde 76 empleados murieron al derrumbarse la nave donde
trabajaban. Pero, a pesar de las buenas palabras de los directivos, las medidas
no pasaron de retoques con respecto a la construcción de los edificios.
Comentario:
Esta noticia la vamos a relacionar con el tema 14 “De la concentración
a la dispersión productiva”
Por deslocalización entendemos (como concepto crítico) proceso
por el que las multinacionales desmontan plantas industriales, en los países
desarrollados, para trasladarlas a países en proceso de desarrollo donde los
costes salariales son inferiores. También entendemos como deslocalización,
aquel proceso de adaptación de las empresas a la economía mundialización,
mediante una intensa movilidad de sus instalaciones productivas (en sentido
amplio)
Esto puede dar lugar a algunos efectos sociales tales como la
desregulación laboral, explotación de los trabajadores, reducción del estado de
bienestar, degradación ambiental y la ingobernabilidad social. De todo ello se
habla en la anterior noticia.
La noticia habla de cómo empresas textiles fabrican sus líneas
de ropa en países más baratos sin importarles las condiciones en que se
realicen y eso fue lo que ocurrió en Dhaka, un edificio en el que se fabricaba
ropa para marcas de todo el mundo se derrumbó, matando a gran parte de los
trabajadores.
Bibliografía:
Apuntes
de sociología de la empresa del profesor Artemio Baigorri
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